viernes, 27 de octubre de 2017

Enanos vs Altos Elfos - Informe de Batalla 1500 puntos (Warhammer 8ª Edición)

Uno de los ingenieros, el más rápido, corría con una herramienta en la mano. Se le veía sonriente y optimista. Iba tan deprisa y entusiasmado, que atravesó el campamento sin fijarse lo que había alrededor. Tropezó con el cocinero mientras se disponía a servir la cena a los hambrientos guerreros enanos, haciendo que este cayese dentro de la marmita de sopa. Todos los enanos sacaron al únisono de su bolsillo una tiza y un trozo de papel en el que escribieron malhumorados el nombre del joven y torpe ingeniero. Pero este ni siquiera se dio cuenta y siguió corriendo como alma que lleva Khorne.

Belegar se encontraba en su tienda, sentado alrededor de una mesa mientras unos cuantos barbaslargas debatían y le ofrecían sus consejos (aunque más que consejos parecían riñas). Su rostro reflejaba preocupación. El rey de Karak Ocho picos se encontraba lejos de su hogar, pero sabía que aquellos altos elfos también estaban lejos del suyo. Uno de los barbaslargas dejó caer un pesado libro sobre la mesa de madera. Una de las patas sonó como si no fuese a soportar su peso.

- ¿El libro de los agravios de bolsillo?
- ¡La primera edición! - Afirmó orgulloso el anciano mientras jugaba orgulloso con su barba.
- Está claro que esta tierra perteneció a nuestros ancestros - dijo otro barbaslargas.
- En honor a la verdad, eso que aseguras no aparece en ningún libro de nuestra biblioteca- Cortó severamente el Rey.
- ¡Se encuentra en mi memoria! ¡Y antes en la memoria de mis abuelos! ¡y antes en la de los abuelos de mis abuelos! ¡Y mucho antes en la memoria de...!
- Vale, vale, ya me queda claro. Pero no existe ningún documento que lo acredite. 
- ¿Y los elfos sí?

Belegar guardó silencio. Realmente aquel trozo de tierra no le importaba lo más mínimo. Estaba en medio de ninguna parte, y no veía interés en jugarse el pellejo por los delirios de aquellos viejos chiflados. Nunca lo reconocería en voz alta, pero sabía a ciencia cierta que los elfos disponían de más efectivos. Realmente, lo único que quería era acabar con todo esto y reunirse con el resto de su ejercito para tratar de retomar su fortaleza, Karak Ocho picos. Si iba a morir, al menos que fuese tras matar a Skarsnik, ese maldito goblin que había usurpado su trono. El dueño del libro lo abrió tan bruscamente que la mesa volvió a quebrar. Señaló un nombre mientras apretaba los dientes y palpitaba una vena de su frente.

- ¡El nombre de ese mago elfo está aquí!

Era verdad. El elfo que lideraba a todo ese ejército tenía una pequeña entrada en el libro de los agravios. La fecha era lejana, muy lejana. Seguramente el elfo ni se acordaba de haber rechazado una cerveza de Bugman. Algún enano habría afirmado jactándose de que no habría sido capaz de soportarla. Los enanos consideraban que los elfos eran unos estirados que no soportarían siquiera la cerveza humana. Y menos, si además de elfo, se trataba de un mago. Puede que las razones del elfo fuese simplemente que no bebía alcohol pero los enanos no olvidan. Y si está escrito en libro, está escrito. Y Belegar sabía que debía vengar ese agravio. 

- ¡Ese orejas puntiagudas debe pagar por lo que ha...

El barbaslargas no pudo acabar la frase. El ingeniero enano entró tan veloz en la tienda que no pudo frenar ante la mesa que se había interpuesto en su camino. La pata quebró por última vez y todo lo que sostenía (incluyendo libro e ingeniero) acabó desperdigado por el suelo.

- ¡¡¡Este enano es que es medio elfo!!! - Gritó el dueño del libro.
- ¡Hemos arreglado el cañón! - El joven enano ni siquiera había prestado atención al escándalo que acababa de ocasionar. 

Belegar abrió los ojos de par en par. Puede que tuviesen una oportunidad.

- ¿Habéis conseguido arreglar esa chatarra? - preguntó Belegar sorprendido.
- ¡Había pasado por mucho, pero no dejaba de ser un cañón enano! - El ingeniero respondió orgulloso mientras sonreía. 
- ¡Paparruchas! ¡En mis tiempos lo único que necesitábamos para tirar piedras eran nuestros brazos! - Un barbaslargas negó con la cabeza
- ¡Pero hemos conseguido añadir una runa de la forja y una runa incendiaria! 
- ¡Encima gastáis runas en esos cachibaches! - uno de los barbaslargas reprendió al joven enano.
- ¡Basta! - Belegar se impuso y todos los enanos callaron y le prestaron atención- Ancianos, necesitaremos toda la ayuda posible. Vamos a vengar este agravio. Ese "cachibache" seguro que nos es útil (algún barbaslargas todavía murmuraba para sí mientras negaba con la cabeza). Y no sólo ese cachibache. Tengo entendido que hay una compañía minera cerca de aquí. Hay que ponerse en contacto con ellos para que envíen algo de ayuda. Esperemos que lleguen a tiempo.

En ese momento, un barril entró rodando por la puerta de la tienda hasta estamparse con el joven enano que todavía permanecía en el suelo. La sombra de un enano se dejó ver en la puerta. 

- Si ese elfillo no quiere beber mi cerveza tendré que hacérsela tragar a golpes
- ¡¡¡Bugman!!! - gritaron todos los enanos al unísono.

Bugman se llevó una jarra de cerveza a los labios, terminando su contenido. Estaba rojo y apenas se podía mantener en pie. Pero dijo una cosa antes de volver por donde había venido.

- A ese barril invita la casa. Voy a por mi gente. Mañana volveremos y os ayudaremos a patear a esos elfos.

Nadie frenó a Bugman. Belegar hizo llamar a todos sus guerreros. Sabía que a la mañana siguiente podrían morir, pero estaban con vida y con un barril de cerveza de Bugman. Mañana  muchos morirían, pero hoy tocaba emborracharse. Y cómo sólo lo puede hacer un enano. A lo grande. 

Llegó el momento. Belegar consideró que sería más útil con los jóvenes guerreros. Los barbaslargas podían apañarse solos. El cañón que había arreglado el joven ingeniero les cubriría mientras avanzaban a por el enemigo.


Estas tierras a simple vista no tenía ningún valor. Pero sí para los altos elfos. Se encontraban en terreno sagrado, donde antiguamente los elfos eran enterrados para que sus almas descansasen en paz. Este cementerio merecía un respeto que esos estúpidos cabezahuecas que no levantaban un palmo del suelo podrían dar nunca. Su mera presencia allí ya resultaba un insulto a la memoria de su gente. Además, esa misma mañana había aterrizado un águila en su campamento para darles información sobre una historia surrealista de una cerveza. Por lo visto los enanos estaban montando todo este barullo por una estúpida cerveza. El mago elfo torció el gesto al escucharla, abrió su cantimplora y bebió un poco de agua. No mucha. Delicadamente. Para no atragantarse. Después mandó colocar un lanzavirotes sobre una colina, y otro al otro flanco. Protegerían a Yelmos plateados, Maestros de la espada de Hoeth y a la guardia del mar mientras avanzaban para acabar de una vez con tanto orgullo enano. No sólo no iba a permitir que tachasen su nombre del libro, sino que haría todo lo posible para que tuviesen que dedicarle un volumen propio. 


Bugman ha reunido a sus montaraces y todos ellos se dirigen hacía uno de los lanzavirotes. La dotación se da cuenta y mueven la máquina de guerra para poder dirigir sus disparos contra ellos.


El ejército alto elfo se dirige hacía el ejército enano. El águila, que es un águila vieja y se las sabe todas, corre a esconderse tras las ruinas del cementerio elfo para evitar que ser objetivo de los disparos del cañón. Parece que los enanos han mancillado el cementerio pues sobre las tumbas hay un montón de jarras vacías de cerveza, algún barril (vacío también) y vómitos por todas partes. Los enanos están yendo a la guerra con resaca y todos tienen odio al ejército elfo por obligarles a ello.

El mago alto elfo dice que no le gusta la cerveza pero los enanos dudan que no la haya probado un poco siquiera pues saca un 3 al determinar los vientos de la magia. Entre disparos diversos, magia regulera y demás, sólo consiguen hacer 3 o cuatro bajas enanas en total. 


Los enanos por su parte avanzan un poco, los montaraces de Bugman dirigen sus ballestas contra el lanzavirotes que tienen en frente pero ven que va a ser dificil hacerles nada. Cambiarán de estrategia para el siguiente turno. El cañón en cambio si que consigue alcanzar de lleno a la unidad de Maestros de la Espada de Hoeth en la que está el mago elfo y hace tres bajas entre los elfos. 

Los yelmos plateados cargan contra los barbaslargas, y aunque lo sensato hubiese sido huir, los barbaslargas dicen "En mis tiempos los yelmos si que eran plateados, estos vuestros no llegan ni a gris" y se quedan a aguantar la carga. En la fase de magia, el mago consigue además aumentar los atributos de los Yelmos plateados. SPOILER: Pinchitos morunos.


Ni que decir tiene que los barbaslargas acaban siendo pinchitos morunos, muriendo todos menos uno. El que queda decide salir corriendo para convertirse en matador en futuras partidas. Los Yelmos plateados se reorganizan para ir a por los enanos que están a punto de enfrentarse a los maestros de la espada y los lanceros. El águila por su parte abandona el cementerio para intentar dar caza a la dotación del cañón en su próximo turno. 




















Tras la colina aparecen los mineros de los que los elfos se habían olvidado. Han recibido a tiempo la petición de ayuda y van a hacer lo que puedan. Tiran sus cargas explosivas contra el lanzavirotes pero no consiguen hacer nada. Prefirieron hacerlo porque total, si no lo hacían ahora se les iba a olvidar, y  además, no habría más turnos en los que pudiesen tirar las 10 cargas explosivas (alguno moriría seguro) 




Los montaraces de Bugman reconsideran su estrategia y dicen "coño, que es un lanzavirotes, tanto disparar teniendo hachas". Y tras beberse una cerveza y volverse tozudos, cargan contra el Lanzavirotes cargándoselo. Por otra parte, los elfos pensaban que el cañón iba a disparar al águila, pero en lugar de eso disparan a los Yelmos plateados haciendo que tres de ellos salten por los aires. Tienen que hacer chequeo pero lo superan.




Los enanos cargan contra la unidad de maestros de la espada de Hoeth. Belegar reta a un duelo al mago elfo, pero este dice que se ha olvidado la cantimplora de agua y que va a buscarla en la retaguardia. El mago elfo se merece que le maten pero en este turno no va a ser. Hay leches por todos lados pero como los altos elfos tienen más iniciativa los guerreros enanos caen como moscas. Belegar decide usar su habilidad de doblar ataques una vez por partida y consigue compensar un poco la cosa. Finalmente, la unidad de enanos consigue resistir.



El regimiento de enanos en el que se encuentra Belegar es cargado por todos lados, se ha comido un sandwich que no va a poder pasarlo ni con la cerveza. Mueren todos los enanos. Al menos, Belegar hace valer sus 305 puntos y hace bastantes bajas y aguanta como un campeón que es. El águila carga contra el cañón enano pero no consigue hacerles ni cosquillas. La dotación en cambio le hace una herida. El resultado del combate es un empate.  El lanzavirotes se da la vuelta para disparar a los mineros cargándose a unos pocos. Las cosas se quedan así de momento.



En el turno del que no he hecho fotos, los mineros cargan contra el lanzavirotes, se lo cargan, arrasan, cargan contra los arqueros, se cargan a unos pocos, los hacen huir... Y como persiguen a gatas pues se comen un mojón y los arqueros elfos consiguen escapar de ellos. Pero no por mucho tiempo pues están dentro del alcance de las ballestas de los montaraces de Bugman que no dejan ni a uno con vida. El combate entre Belegar y el sandwich continúa. El rey está en medio de una batalla épica, aunque recibe un par de heridas, sobrevive y mata algunos elfos. El águila esta vez si que consigue matar a un miembro de la dotación y esta no le hace nada. Aunque el cañón pierde el combate, supera el chequeo y se quedan otra vez ahí pinchados.

El mago elfo no saca más de tres al determinar los vientos de la magia, aunque para un hechizo que hace lo peta siempre. Esta vez le sale una disfunción pero tiene un portaestandarte chachiguay que evita ser dañado por ataques mágicos y no le ocurre nada. Belegar finalmente muere, y todo el ejéricto elfo se dirige a por los mineros que quedan y a por los montaraces de Bugman. 


El águila consigue acabar con la dotación y por tanto con el cañón y se dirige también a por los montaraces. Los mineros al grito de "¡¡¡Aquí hemos venido a jugaaaaaar!!!", cargan colina abajo contra los yelmos plateados y mueren todos. Los montaraces de Bugman por su parte se cargan a unos buenos pocos Maestros de la espada de Hoeth con sus ballestas.



Finalmente le sale un turno de magia brutal al mago, y acaba reventando todos los montaraces de Bugman. Bugman en su turno hace su disparo, posa para la foto, y se acaba la partida. Los elfos han conseguido echar a los enanos de su cementerio aunque ahora tendrán que limpiar todos los restos del botellón.


CONCLUSIONES FINALES: He perdido, pero me lo he pasado de puta madre.


No hay comentarios:

Publicar un comentario